En el Valle del Lozoya se asientan poblaciones con importantes muestras de patrimonio histórico-artístico de alto valor cultural, ejemplos de arquitectura religiosa y civil, así como arquitectura tradicional serrana, ya que todos los municipios conservan hoy en día muestras de construcciones tradicionales como potros de herrar, antiguos conjuntos agropecuarios, fraguas, pajares, etc.
Las casas serranas presentan rasgos comunes entre ellas a lo largo del Valle. Suelen ser de una sola altura y sus gruesas paredes son de piedra trabada con barro y guijarros. Los tejados son bajos y cubiertos de teja árabe curva y las ventanas pequeñas y escasas.
Estas casas han sufrido muchas transformaciones a lo largo del tiempo. En su origen, los tabiques del interior estaban hechos de una mezcla de barro y paja, mientras que los pilotes de sustentación de la casa eran de madera.
Debido al intenso frío reinante en esta zona en invierno, la cocina con su chimenea en forma de campana, se situaba en la cara norte de la casa, mientras que la cara sur, más cálida, quedaba reservada para la alcoba, que podía tener o no un ventanuco para filtrar un rayo de luz.
La economía del entorno rural obligaba a la utilización únicamente de materiales autóctonos consiguiendo con ello un impresionante mimetismo en su emplazamiento.