El origen histórico de Garganta de los Montes hay que buscarlo en la Edad Media, hacia los siglos XIV y XV, cuando apenas un centenar de pastores y sus familias se instalaron siguiendo las políticas de repoblación en esta zona de la sierra.
Durante los dos siguientes siglos la población de Garganta crece, gracias sobre todo a la explotación ganadera –especialmente de la oveja merina- y, en menor medida, a sus cultivos de lino y cereales. De hecho en esa época se construyeron dos molinos harineros, uno en el arroyo Tejera y otro, más importante, en el río Lozoya. El pueblo mantiene entonces una relación de dependencia feudal –fiscal, jurídica y económica- hacia el Duque del Infantado, dueño del señorío de Buitrago, lo que determina su desarrollo.
Una de las fechas más trágicas de Garganta fue la de 1599, cuando la conocida como “peste bubónica” provocó una gran mortalidad tanto en Garganta como en los pueblos de su entorno, de tal forma que algunos se vieron abocados a su desaparición. Pero con el paso de los años Garganta se fue recuperando y volvió a gozar de buena salud demográfica y económica.
Garganta de los Montes perteneció a Guadalajara hasta 1833, año en que empezó a depender de Madrid. A mediados del siglo XIX el pueblo contaba con una escuela, la iglesia, el cementerio e incluso una cárcel. A la tradicional cabaña ganadera y labor agrícola se sumaron los artesanos y jornaleros, que entre otros lugares trabajaron en una mina de cobre, ya abandonada, en “La Horcajada”. En los últimos años, la actividad cinegética y de pesca, el ecoturismo y el turismo rural han dado un nuevo giro a la vida de Garganta de los Montes, convirtiendo al municipio en uno de los más atractivos y preservados de la Sierra Norte de Madrid.